“Los analfabetas del siglo XXI no serán quienes no sepan leer ni escribir, si no aquellos que no sean capaces de aprender, desaprender y re aprender”
Alvin Tofler/Future Chock (1970).
En uno de mis viajes por la nube me topé recientemente con un nuevo concepto que cautivó profundamente mi atención, fue “La Cuarta Revolución Industrial“, por lo que procedí a investigar más al respecto.
Si recordamos, la Primera Revolución Industrial vino con la máquina de vapor la cual permitió acceder a la energía hidráulica, con lo cual el hombre tuvo la oportunidad de mecanizar los procesos industriales.
En la Segunda Revolución Industrial el descubrimiento de la electricidad y la cadena de montaje permitieron lo que hoy conocemos como la producción en masa.
La Tercera Revolución Industrial se generó con la informática y se caracterizó por la integración de la tecnología de la información a los modelos de producción tradicionales desde la perspectiva operativa, sin interferir directamente con la línea de ensamblaje; permitió una producción más mecanizada, pero ubicando siempre en primer plano la mano del hombre.
Ahora estamos ante un nuevo escenario, una Cuarta Revolución Industrial en la cual nos encontramos con la Inteligencia Artificial (AI), la automatización de procesos, el uso generalizado de computadoras móviles, robots inteligentes, carros auto conducidos, mejoras cerebrales a nivel neuro-tecnológico, edición genética, entre otros. Hay a nuestro alrededor evidencia de cambios dramáticos y están ocurriendo a una velocidad exponencial!
Ésta revolución trae consigo un millar de posibilidades excitantes, nuevas soluciones a problemas globales, nuevas oportunidades de empleo para puestos de trabajo que aún no han sido creados. Pero, al mismo tiempo trae consigo la posibilidad de desempleo e inseguridad económica para todos aquellos que no logren desarrollarse y crecer al ritmo con que todo lo anterior avanza.
Junto al cambio climático y el rápido crecimiento poblacional, éste siglo es el más desafiante que nuestra especie ha confrontado. Es por ello que gobiernos, educadores y padres de familia debemos preguntarnos cómo preparemos a las futuras generaciones para enfrentar este mundo tan cambiante.
¿Y cómo adaptamos nuestro modelo educativo del siglo pasado a lo que está ocurriendo en ésta revolución? Pues sugiero dos cosas: primeramente renovando la mentalidad del docente. Esta revolución requiere de docentes que también se consideren alumnos. Que aprendan sobre cómo aprende el cerebro, sobre la incorporación de tecnología en las aulas, sobre psicología evolutiva, sobre manejo de conflictos.
Según Alex Beard, Director del Lab. Internacional Teach For All, “los docentes constituyen una de las fuentes de trabajo más capaces, pero por culpa del sistema no tienen tiempo para seguir aprendiendo. Se debería implantar la cultura del aprendizaje“.
En segundo lugar, hay tres áreas en las que hasta el momento las tecnologías no han podido superar al hombre, son éstas:
- proyectos creativos: todo aquello desde descubrimientos científicos hasta escritos creativos y el emprendimiento,
- las interacciones sociales: los robots no poseen el tipo de inteligencia emocional que los humanos tenemos.
- la destreza y movilidad física: la capacidad de escalar montañas, nadar y bailar le permiten al ser humano extraordinarias capacidades kinestésicas.
Lo anterior es un indicativo de que esas son las competencias que debemos reforzar en nuestros estudiantes, la capacidad de relacionarse con el entorno y transformarlo a través de su creatividad, la capacidad de solucionar conflictos, comprendernos unos a otros, adaptarnos a los cambios y evolucionar. Es allí donde la educación debe dar un giro.
Hay aún mucho que reflexionar sobre éste tema, sin embargo creo que lo más importante es reconocer que estamos ante una transformación para la cual no podemos quedarnos de brazos cruzados. Tenemos que informarnos, educarnos y sobre todo promover nuevas estrategias. metodologías y actividades; ofrecer nuevas propuestas. Si amamos a nuestros hijos y alumnos nos corresponde hacerlo. Somos nosotros los responsables de irles abriendo el camino; se los debemos.