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¿REQUIERE NUESTRO SISTEMA EDUCATIVO UNA INNOVACION DISRUPTIVA?

La teoría de la innovación disruptiva fue por primera vez acuñada por el profesor de Harvard Clayton Christensen en su investigación sobre la industria del disco duro y que luego fue popularizada en su libro El Dilema del Innovador

La teoría explica el fenómeno a través del cual una innovación transforma un mercado existente o sector, introduciendo simplicidad, conveniencia, accesibilidad y asequibilidad donde las complicaciones y el alto costo son el “status quo”.  Inicialmente, una innovación disruptiva es creada en un nicho de mercado que a simple vista parece poco atractivo o inconsecuente para una industria en particular, pero eventualmente el nuevo producto o idea redefine por completo dicha industria.

Un clásico ejemplo es la computadora personal. Previo a su introducción, los ordenadores y minicomputadoras eran los productos que prevalecían en la industria de las computadoras.  Como mínimo, estaban valoradas alrededor de los $200,000 y requerían de experiencia en ingeniería para ser operadas.  Apple, uno de los pioneros en el tema de las computadoras personales, empezó a vender sus primeas computadoras a finales de 1970 y a principio de los 80 – pero como juguetes para niños.  Hasta ese punto, el producto no era lo suficientemente bueno como para competir con las minicomputadoras, pero a los usuarios de Apple no les importó ya que no tenían la opción de comprar o hacer uso de una minicomputadora, por su excesivo costo.  Aquella computadora de inferior calidad era mucho mejor que la alternativa que tenían: absolutamente nada. Poco a poco, la innovación fue mejorando. Un par de años después, la pequeña, más económicamente accesible computadora personal se volvió lo suficientemente buena, al punto de que podía realizar el trabajo que anteriormente sólo podían ejecutar las minicomputadoras.  Lo anterior creo un nuevo gran mercado y eventualmente eliminó la industria existente.

El trabajo realizado en el Instituro Christensen ha demostrado que los principios de la innovación disruptiva son también aplicables al sector social.

Es importante recordar que la disrupción es una fuerza positiva. Innovaciones disruptivas no son avances en tecnología que hacen que un buen producto sea aún mejor; más bien son innovaciones que hacen que los productos o servicios sean más accesibles, asequibles, y por ende más disponibles a un mayor número de personas.

Si vemos ahora el campo de la educación, particularmente la de nuestro país, podríamos afirmar que la misma se beneficiaría de una innovación disruptiva.  Estadísticas del Meduca de los últimos tres años indican que 40,199 estudiantes desertaron del sistema educativo y otros 112,396 reprobaron durante el año lectivo, es decir que fracasaron en más de tres materias. Se indica que la primaria es el nivel que registró la mayor cantidad de estudiantes reprobados, al alcanzar la cifra de 16,568; seguido del nivel de premedia con 13,689 estudiantes, y la media con 6,126 alumnos reprobados durante el año 2018.

Nuestro sistema educativo demanda innovación, no sólo sostenible, si no aquella que impacte a esa población que no se adapta, que rechaza la instrucción tradicional, la que por malas decisiones no ha podido continuar o que bien no tiene acceso a ella. Esa población que al igual que todos nosotros está siendo moldeada por los cambios sociales, pero que aparentemente no está ajustándose de la mejor manera o bien no está haciendo el uso adecuado de las oportunidades que el siglo XXl ofrece. Estamos en la era de la información y el conocimiento, pero ellos no lo están sabiendo aprovechar.
Ellos representan nuestro reto, nuestro desafió; ese nicho demanda una innovación disruptiva.